martes, 13 de mayo de 2008

Matón colosal del siglo XXI

Hoy martes 13 de mayo el programa Contacto Directo que dirige Carlos Vera en la cadena Ecuavisa mostró un video en el que aparece el presidente Rafael Correa agrediendo a un joven inmigrante ecuatoriano en Madrid, quien tuvo la valentía de reclamarle por la negligencia del gobierno en la defensa y protección de quienes vivimos fuera del país.
Visiblemente ofuscado Correa, amparado en la protección de dos docenas de guardaespaldas militares, invitó al jovencito compatriota a cruzar golpes y luego lo insultó gritándole !Idiota, por gente como ustedes es que queda mal el país!

El ultraje nos llega a todos los inmigrantes que alguna vez dimos crédito no a los cantos de sirena sino al silbido de serpiente de quien se proclamaba adalid de un cambio en el carcomido andiamaje político de la república.

En la bravuconería de quien se siente protegido por un chaleco antibalas y una guardia de matones subyace la cobardía de quien, solo, no sería capaz de desafiar a nadie. Esa es una vieja lección de barrio. Y ese tono desafiante y cafichero no es un ex abrupto, es una constante ya conocida por los periodistas, los opositores políticos, los que intentan contradecir al presidente al interior del Palacio de Carondelet en las filas de Alianza País y que lo escuchan todos los días proferir epítetos impublicables a ministros, asesores, secretarias y a cuanto ser humano se le atraviese en su camino de emperador, y los humildes habitantes de Dayuma a quienes ordenó agredir con una "valentía" que no la tuvo con las FARC, sus aliadas en la Coordinadora Continental Bolivariana. Es la misma postura agresiva que han visto los mineros, los dirigentes de la CONAIE y Pachacutec y la señora Margarita Arosemena, directora de la Casa del Hombre Doliente a la que le gritó "vieja pelucona" mientras lo aplaudían los cipayos que lo custodian.

El ex presidente José María Velasco Ibarra al referirse al ex alcalde de Guayaquil Assad Bucaram lo llamó alguna vez "Matón colosal". Hoy no existe la más leve duda de que el matonismo colosal ha resucitado en la figura de alguien quien se presentó como un demócrata y hoy muestra la mugrienta hilacha de la corrupción, el autoritarismo, la gula de poder y un instinto patológico que lo impulsa a la agresión hacia todo aquel que ose discrepar con las verdades pontificias de su papado y del socialismo del siglo XXI.

Nadie puede atribuírnos a los emigrantes actitudes o conductas que empañen la imagen del país. En cualquier lugar del mundo somos reconocidos como una comunidad honesta y dedicada al trabajo sacrificado que sostenemos la economía de un país que nos obligó a abandonar nuestras raíces y nuestros afectos.

No somos los emigrantes los que hacemos quedar mal al Ecuador. Quienes nos llenan de oprobio en las páginas de los diarios y las pantallas de televisión del extranjero son los políticos que conducen al país al abismo de la confrontación y el odio. Los que amparan la corrupción oficial y se benefician de ella. Los que encubren a los corruptos que negocian a escondidas con tenedores de bonos de la deuda externa, a los cónsules que denuncian a Inmigración a sus propios compatriotas y a sus "profesores" sorprendidos con las manos en la masa. Los que suscriben contratos millonarios con empresas extranjeras sin licitación previa. Averguenzan al país lo que entregan su territorio a una fuerza irregular extranjera conocida por sus crímenes y su vinculación con el tráfico de drogas. Los que ordenan espiar a la Asamblea Constituyente por fuerzas militares y luego recurren a la cobarde excusa de que "no sabían nada". Los que se aterran ante la advertencia de una investigación de los fondos de campaña y califican de "traidores a la patria" a quienes se atreven a hurgar en ese basural infecto desratizado por una maniobra del obsecuente Tribunal Supremo Electoral.

Si alguna conducta de los emigrantes contribuyó a dañar la imagen del país fue haber votado por Rafael Correa para presidente de la república. Esa cruz si estamos dispuestos a cargar, aunque nos exculpa el haber sido inducidos a error por la ofertas de que habría un "gobierno de los inmigrantes", una falacia perversa que nos ha conducido al más penoso desencanto. No hay que olvidar que la cónsul en Nueva Jersey, delatora de los inmigrantes indocumentados, fue respaldada por el presidente Correa quien instó a esa funcionaria a que siga denunciando a los "sin papeles" que llegaran a la oficina consular. La Secretaría Nacional del Inmigrante es una dependencia inútil creada para estimular el ocio burocrático de los amigos del presidente.

Nos averguenza sí el haber enviado a la Asamblea Constituyente a un representante por Estados Unidos y Canadá que fue impuesto por Correa luego de seis días de campaña en la Unión Americana, pese a haberle informado sus propios partidarios que tenía una ficha policial en la Policía Técnica Judicial. "A mí no me importa, lo único que quiero es gente que vaya a votar por nuestras propuestas" fue la contestación de Correa a viva voz en un mítin realizado en un edificio esquinero de la Avenida Roosevelt y la calle 103 en Queens.

Nada ha cambiado en el país de la poliquería, la triquiñuela y el negociado. Sólo los rostros de los beneficiarios han variado. El presidente Correa es un Fabián Alarcón más crecidito, un Abdalá Bucaram sin acné y un Lucio Gutiérrez sin charreteras. Nada más.

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